Henry Ford, fundador de Ford, piensa que “un negocio que no hace algo más que dinero es un negocio pobre”.

Citas favoritas Alejandro Betancourt: Un negocio que no hace algo más que dinero, es un negocio pobre
 
…decía Henry Ford. Y razón no le faltaba, que muchas personas caen en el error de valorar a una empresa, propia o ajena, en función de una cuenta de resultados que muestre las ganancias económicas y nada más. Y podría parecer lógico, al fin y al cabo, lo más sencillo de cuantificar siempre han sido los números. Pero si profundizamos en la interpretación de unos resultados, ¿es realmente un volumen de beneficios todo lo que hemos conseguido? O debería de haber algo más. Nuestras metas son pobres si no incluyen ningún objetivo adicional.

Como ya sabemos, un proyecto empresarial tiene como base la realización continua de una serie de objetivos. Por la propia naturaleza cíclica del proceso, entrarán en juego diversos factores que contribuyen al éxito. La rentabilidad es un factor clave, necesario pero no suficiente. A la hora de llevar a la práctica una idea y convertirnos en emprendedores hemos de fijar metas, y esas metas deberían incluir los frutos que pretendemos conseguir: lo que nuestra empresa aportará a la sociedad, al consumidor, a otras empresas, y a nosotros mismos y nuestra familia a nivel personal… La innovación por ejemplo que nuestra idea puede aportar podría cambiar la forma de realizar un proceso, lo cual redundaría en cambios en el sector. Tenemos la capacidad de cambiar nuestro entorno, y si es para mejor, tendremos como recompensa además del aumento económico de nuestros beneficios monetarios, también las satisfacción de nuestra necesidad de contribución producto de nuestra aportación social. Es por ello que incluir como meta todo aquello que contribuye al éxito, incluidos los valores de la marca, es la mejor forma de afianzar nuestro proyecto y asegurar su futuro.

Para poder identificar esos valores que acompañan al éxito y que a priori pudieran parecer intangibles, hemos de evaluar las bases sobre las que se asienta nuestro proyecto empresarial. ¿Es únicamente ganar dinero? ¿O también formar un negocio estable aportando un valor a la sociedad? ¿Podemos contribuir a avances que redunden en mejoras tangibles? ¿Podemos revolucionar procesos establecidos? Estas y otras preguntas similares, nos llevarán a determinar esos resultados que se pueden escapar al simple valor económico. Y por supuesto, no debemos dejar de lado nuestros objetivos personales. Una vez establecidos y claros, en nuestra cuenta de resultados añadiremos y cuantificaremos en la medida de lo posible el porcentaje de consecución de dichos objetivos. A veces unos rendimientos pobres económicamente pueden tener sin embargo repercusiones sociales muy positivas. Y siempre, al final, todo lo positivo es parte del camino al éxito. Lo importante es comprobar si nuestras metas tienen sentido desde un punto de vista global.


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